¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Quién me hizo? Son una de las muchas preguntas que se hace el ser humano en su afán de conocer su identidad.
Al no encontrar respuesta sobre el misterio de la vida también surgen interrogantes al observar la inmensidad del universo, ¿Quién habita en los cielos? ¿Es verdad que existe un Ser llamado Dios? ¿Por qué no lo vemos? Estas y muchas son las dudas que tienen a los hombres sumidos en la desesperación; Dios a través de las Escrituras nos ha dejado pruebas fehacientes de su existencia, nosotros como conocedores de la verdad debemos compartirlas con los no creyentes quienes han nacido y crecido en un mundo donde el pensamiento filosófico ha trastornado la mente de muchos y los ha llevado a desconocer a Dios; no entendiendo lo que Él ha manifestado en la Biblia “Porque las cosas invisibles de él,  su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, pues no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios no le glorificaron como a Dios, ni de dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios”. (Rom. 1: 20-22). Tenemos muchas evidencias de la existencia de Dios, por medio de la revelación Especial y General, sólo que el hombre no busca la fuente de vida.  Por medio de este tema quiero dejar pruebas a través de la Biblia y otros artículos que nos dan argumentos del Dios Creador.
  La Inmensidad de Nuestro Creador.
Emmanuel Kant, notable filósofo alemán, expresó en cierta ocasión una declaración hermosa: “Hay dos cosas ante las cuales no ceso de maravillarme: la ley moral escrita dentro de mí y el cielo estrellado que esta encima de mi cabeza”. Ambas maravillas conducen a Dios como única explicación de ellas, especialmente la grandiosidad del cosmos. La inmensidad y belleza del universo; las leyes exactas que rigen su funcionamiento y el hecho que en él se advierte un designio claro, requieren  una Mente inteligente, un Creador poderoso. Todo ello no puede ser fruto de la  casualidad.
Ese creador de todas las cosas es Dios. Así lo dicen claramente el uso de la razón, las evidencias de la naturaleza y las sagradas Escrituras. “En el principio creo Dios los cielos y la tierra” (Gen 1:1). Podemos encontrar algunas preguntas: (1) ¿Quien creó los cielos y la tierra? Dios. (2) ¿Cuándo los creó? En el principio. (3) ¿Qué creó? Los cielos y la tierra. (4) ¿Cómo llegaron a existir? Por creación, no por evolución.
El Salmo 33 afirma: “Porque por la Palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejercito de ellos por el aliento de su boca… porque él dijo,  y fue hecho; él mandó y existió” (vers. 6 y 9). Concerniente a esto dice la escritora Elena G. de White: “En la creación de la tierra, nada debió Dios a la materia preexistente.”El dijo,  y fue hecho; él mandó y existió” (Salmos 33: 9). Todas las cosas materiales  o espirituales, surgieron ante el Señor Jehová cuando él habló, y fueron creadas para su propio designio. Los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, surgieron a la existencia del aliento de su boca”.1
 La inmensidad del universo que Dios creó.
Ahora podemos llevar al no creyente a un viaje a través de la inmensidad del universo, para que pueda observar las maravillas de todo cuanto existe. Si le resulta imposible comprender la eternidad, le resultara más imposible comprender la inmensidad del universo que Dios creó. El Salmo 19:1 dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Miremos cuan inmenso es el universo.
Los astrónomos emplean el “año luz” para medir las distancias del universo. Tomemos algunos momentos para analizar qué significa esta medida de tiempo.  La luz viaja a 186.282 millas por segundo. Esto significa que en un minuto el rayo de luz viaja once millones de millas un año, seis trillones. Mientras nosotros caminamos dos pasos, la luz viaja 200.000 millas, lo que equivale a ocho vueltas alrededor del mundo. En un año, la luz viajará más o menos la misma distancia que todos los automóviles del mundo durante el mismo periodo de tiempo.
Sin embargo, los astrónomos admiten que incluso el año luz es una medida demasiado limitada para abarcar las vastas distancias del universo. Admiten que las distancias del universo son prácticamente incomputables. Examinemos algunas de estas distancias para comprender mejor el universo que Dios creó. Empecemos con nuestro propio satélite la Luna. Esta a 240.000  millas de la Tierra y su luz se tarda 1,3 segundo en llegar a nuestro planeta. Ahora veamos el Sol.
El Sol está a 150.000.000 de km de la Tierra y su luz tarda 8,3 segundos en llegar. El planeta más lejano de nuestro sistema solar es Plutón, que queda a 5,3 años luz. Si pudiéramos viajar a Plutón, necesitaríamos 5,3 años a la velocidad de 186.282 millas por segundo. La estrella más cercana a la Tierra es Alfa de Centauro, que queda a 4,3 años luz. Esta distancia es 250.000 veces mayor que de la Tierra al Sol. Si fuera posible viajar a Alfa de Centauro en el Satélite Voyager tardaríamos 100.000 años en llegar, y en el transcurso habríamos viajado 25 trillones de millas.
Si pudiéramos cruzar nuestra galaxia, la Vía Láctea, de un lado a otro, demoraríamos 100.000 años a la velocidad de la luz. ¡La distancia del viaje sería de 600.000 trillones de millas! El diámetro de nuestra galaxia es de 250.000 años luz y se calcula que ésta tiene  mil millones de estrellas. Pero más allá de la Vía Láctea hay mil millones más de galaxias, cada una con miles de millones de estrellas.
Andrómeda, que es la galaxia más cercana a la nuestra, está a dos millones de años luz. Es la única galaxia fuera de la nuestra podemos ver sin la ayuda de un telescopio. ¡Imagínese, si pudiéramos ir a esta galaxia vecina, tendríamos que viajar a 186.282 millas por segundos por dos millones de años! ¡Qué increíble! Y sin embargo, más allá de Andrómeda hay mil millones de galaxias y cada una tiene por lo menos cien mil millones de estrellas.
Los astrónomos han creado telescopios potentes para estudiar los cielos. El telescopio de 200 pulgadas de Monte Palomar, en California, alcanza a divisar cuerpos celestes que quedan a mil millones de años luz. El telescopio Hubble, según Tom Siegfried, divisó “un grupo de galaxias que están a siete mil millones y posiblemente diez mil millones de años de la Tierra”.2 Otro astrónomo nos dice que por más poderoso que sea el telescopio, ¡no hay señal alguna que las galaxias se acaben! 3
Recientemente los astrónomos han descubierto lo que han denominado “materia oscura”. Según Michael Riordan y David N. Schramm, “la materia oscura no puede ser detectada por la radiación electromagnética y parece consistir de partículas que aún no conocemos. No obstante, su efecto gravitacional mantiene a los planetas en su rumbo y a las galaxias dando vueltas, y salvaguarda nuestra existencia misma en la Tierra”4 Y de acuerdo a Donald J. Frederick, reportero de la National Geographic, la materia oscura compone el 90 por  ciento de la masa del cosmos, “pero nadie puede verla ni descubrir qué es”.5
Tom Siegfried es aún más atrevido: “Cuando se trata de comprender de qué se compone el universo, la  ciencia anda a oscuras. Por lo menos el 90 por ciento de la materia, tal vez aun el 99 por ciento, no se puede ver”.6 Lo que estos científicos están diciendo es que el 90 por ciento del universo – posiblemente hasta el 99 por ciento- carece de luz y por lo tanto es imposible verlo aún con telescopios. No obstante, los científicos saben que esta materia está allí por efectos de la gravedad. Ciertamente la Biblia tiene razón cuando afirma: “¿No está Dios en la altura de los cielos? Mira lo encumbrado de las estrellas, cuán elevadas están” (Job 22: 12).He aquí pruebas del increíble poder y la existencia eterna de nuestro Dios.

La existencia de Dios.
El análisis de las pruebas racionales de la existencia de Dios ha llegado a ser un punto clásico en la doctrina cristiana de Dios. Como pudimos ver anterior mente existen diversas pruebas a través de la revelación general, puesto que Dios no se revela continuamente en forma directa y visible, surge lógicamente la pregunta de si en realidad existe un Ser que corresponda a nuestra palabra “Dios”. El registro bíblico no trata el asunto de la existencia de Dios mediante recurso de crear o sugerir pruebas racionales. En cambio la Escritura sostiene que “el que se acerca a Dios, necesita creer que existe” (Heb. 11:6). Es necesario tener conocimiento de Dios para que se desarrolle la fe en la mente y los afectos de los seres humanos (Rom. 10:17). Mediante la recepción combinada de la auto revelación de Dios en la historia – como aparece en la Biblia-, de la acción inspiradora del Espíritu Santo en la mente, es como la fe, expresada como convicción de la existencia de Dios, se convierte en un hecho concreto en la experiencia del cristianismo. Las pruebas racionales de la existencia de Dios que se nos dan en la naturaleza no producen tal convicción radical. La convicción de la existencia de Dios no se produce por argumentos racionales sino por una relación personal con Dios. Esta relación la inicia Dios, quien, a través de la acción personal del Espíritu Santo, usa la Escritura, la naturaleza y la historia para revelarse a la mente y los afectos de los seres humanos. Somos conscientes de la existencia de Dios, entonces, en base a su revelación personal en las Escrituras antes que en base a argumentos racionales (Mat. 16:15-17). Dentro de este contexto la existencia de Dios se percibe como misterio.
La Biblia concibe a Dios como diferente del mundo, tanto en términos de su realidad (Dios no es el mundo ni el mundo está incluido en su ser) como en términos de su naturaleza. Es obvio, sin embargo, que cuando la diferencia se entiende como “trascendencia absoluta”, Dios llega a ser el grandioso forastero desconocido. Las consecuencias de los enfoques tradicional y moderno de la interpretación de la trascendencia de Dios han sido, en última instancia, responsables del giro hacia concepciones panenteístas de  la inmanencia de Dios en los últimos tres siglos. De acuerdo con esta concepción, Dios ya no es un persona independiente del mundo sino más bien el mundo mismo, con su profunda causa ontológica o poder para ser.
Las Escrituras presentan un cuadro diferente de la trascendencia de Dios. Desde el comienzo, la doctrina de la creación arma el escenario para la trascendencia como para la similitud entre Dios y su creación. La creación de Dios establece la independencia de la realidad de Dios con respecto a la realidad del universo (Gén. 1:1; Heb. 11:3).
 Dios como misterio:
Otro aspecto básico para tener pruebas de la existencia de Dios, es a través de la relación que existen entre la naturaleza. En este aspecto el registro bíblico ofrece una cantidad de información casi abrumadora. Sin embargo, antes de considerar algunos aspectos básicos de la revelación múltiple de Dios que se presenta en la Biblia, debemos reconocer que al abordar el estudio de Dios entramos en un “terreno sagrado”, en el cual el silencio es oro. En otras palabras, debiéramos reconocer las limitaciones de los procesos del pensamiento humano al tratar de comprender la autorrevelación de Dios. La deficiencia de nuestro proceso de pensamiento en lo que concierne a Dios como objeto de estudio, se manifiesta, no sólo cuando descubrimos que es imposible conocer a Dios por nosotros mismos aparte de su autorrevelación (Job 11:7), sino cuando nos percatamos de las limitaciones que afectan nuestra comprensión de lo que se revela. Tales limitaciones se deben, no sólo a nuestra naturaleza pecaminosa sino principalmente a la misma naturaleza de Dios, cuya “grandeza es inescrutable” (Sal. 145:3).
No podemos comprender plenamente la realidad de la existencia de Dios dentro de los alcances de nuestra razón humana, finita y limitada. Aun cuando se base en ideas bíblicas, cualquier pretensión humana de alcanzar una compresión perfecta de la existencia de Dios tiende a corresponder, en última instancia, no al Dios viviente e infinito sino más bien a un dios creado por nuestra propia imaginación. La revelación bíblica acerca de la existencia de Dios cae dentro de la categoría de misterio, comprendido no en su significado tradicional sino más bien en su sentido bíblico.
En su sentido tradicional un misterio es algo que, por su misma naturaleza, no puede conocerse ni expresarse en palabras. Por el contrario, la Biblia asocia estrechamente misterio con revelación (Dan. 2:30, 47; Rom. 16:25; 1 Cor. 15:51; Efe. 1:9; Col. 2:2). Un misterio es algo que, aun cuando oculto al conocimiento humano, puede conocerse a través de la revelación. Además, aun cuando el misterio implique una revelación directa y accesible al conocimiento humano, excede sus propios aspectos revelados como para evitar cualquier identificación posible de la realidad revelada como misterio en sí. Así es como Pablo pide que los efesios sean capaces de “conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” (Efe. 3:9). Este amor que excede al conocimiento, pertenece  a la categoría del misterio de la existencia de Dios. Deben tomarse precauciones para evitar cruzar el límite entre las facetas reveladas y ocultas del misterio (Deut. 29:29).
 Presencia histórica:
La Biblia concibe la presencia de Dios en el mundo como su morada histórica con su pueblo. Isaías hizo notar que el Señor no sólo habita “en las alturas y la santidad” sino también “con el quebrantado y humilde de espíritu” (Isa. 57:15).
De acuerdo con la Biblia, Dios se relaciona con el mundo de diferentes maneras. Por ejemplo, por su sabiduría y poder Dios es el Creador (Gén. 1:1-2:25; Apoc. 14:7) y sustentador (Hech. 17:25; Heb. 1:3) de la naturaleza y los seres humanos haciendo así posible la historia humana. En este contexto, “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hech. 17:28). El concepto bíblico de Dios lo muestra entrando en relación con el mundo por él creado y que él sostiene continuamente, no como una fuerza oculta en las profundidades de la naturaleza, sino más bien como una Persona que se relaciona con los seres humanos al habitar con ellos a lo largo y dentro del flujo de la historia humana.
El Dios bíblico puede relacionarse con el espacio en una manera que es imposible para los seres humanos limitados. La presencia histórica, personal, directa de Dios es real y simultánea en todos los lugares de su vasto universo. Esta capacidad del ser de Dios se conoce en el lenguaje teológico como omnipresencia de Dios.
 Reseña histórica para la doctrina de la existencia  de Dios
 Antecedentes filosóficos:
El trasfondo intelectual para la doctrina cristiana de Dios lo proporcionó la filosofía griega, en forma notable los sistemas platónico y aristotélico, junto con algunas influencias estoicas. Platón, a través de reinterpretaciones neoplatónicas de su pensamiento, llegó a ser una influencia importante en el pensamiento patrístico. El aristotelismo desempeñó un papel decisivo en la teleología medieval. Ciertamente, hasta el fin del siglo XX, se aceptó ampliamente la convicción metodológica de que la comprensión de la teología cristiana requiere el fundamento de filosofías extrabíblicas.
 Neoplatonismo:
El neoplatonismo, como tendencia filosófica, se refiere a un movimiento sincrético con fuertes alusiones religiosas. Reúne, no siempre acertadamente, elementos del platonismo, pitagorismo, aristotelismo y estoicismo. Ejercieron influencia en el pensamiento patrístico Filón (c. 20 a.C – 50 d.C), el gran filósofo judío alejandrino, y Plutarco (c. 46-120 d.C), representantes del platonismo medio. Pueden considerarse como precursores del neoplatonismo, que recibió formulación sistemática en Plotino (c. 205-270 d.C). Estos autores abrazaron la teoría de Platón de los dos mundos; sin embargo la simplificaron de forma sustancial. Para ellos el ámbito celestial no era únicamente un mundo de entidades atemporales, sino el dominio trascendente de Aquel que es atemporal. Filón concibió a Dios como atemporal, uno, trascendente, personal, autosuficiente, inabarcable, no sujeto al espacio, y poseedor de toda la perfección del ser de un modo inefable. Consideraba a Dios tan diferente del mundo que era necesaria una serie de realidades intermedias pertenecientes al mundo inteligible.  Dios creó, no sólo el mundo inteligible sino también nuestro mundo temporal, en el cual, por medio de la presciencia divina, él actúa providencialmente, permitiendo cierto grado de libertad  humana.
  Aristotelismo:
El neoplatonismo básicamente concuerda con Aristóteles en cuanto a la naturaleza Dios. Aparecen diferencias en relación con las actividades de Dios. El punto de vista de Aristóteles no dio cabida a la actividad divina ad extra. Según él, Dios no conoce el mundo; no creó el mundo ex nihilo y ni siquiera organizó el mundo, el cual es eterno en su ámbito espacial temporal. Dios no se relaciona con la historia, ni puede producir milagros. La única actividad propia de la perfección, autosuficiencia, inmutabilidad y atemporalidad de Dios se concibe en analogía con la vida contemplativa teórica del filósofo. La acción propia de Dios es conocerse a sí mismo. Al no requerir un objeto que no sea él mismo, la actividad de Dios es autosuficiente. Debido a que esto ocurre atemporalmente, es inmutable.
  Período patrístico:
Durante el período patrístico de la doctrina cristiana de Dios se desarrolló bajo el supuesto operacional de que la concepción griega neoplatónica de Dios era, en un sentido amplio, compatible con la revelación bíblica. Tuvo lugar una síntesis siempre creciente, aunque no siempre uniforme, entre la filosofía griega y las ideas bíblicas. Sobrevinieron contradicciones internas en las construcciones teológicas, lo que resultó en una comprensión de Dios formada en el molde de la filosofía griega en vez del pensamiento bíblico.
 El único Dios:
La mente humana no es capaz de comprender el concepto de eternidad por estar limitada al tiempo. La palabra “eternidad” se refiere a un tiempo que no tuvo principio y que no tendrá fin. La Biblia afirma que Dios es eterno. Su vida no es contingente sino propia, no es prestada no derivada sino original. Es decir, Dios no necesita que nadie le de la vida eterna pues le pertenece por naturaleza.
“Hay un solo Dios, que es una unidad de tres personas coeternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este Dios uno y trino es inmortal, todo poderoso, omnisapiente, superior a todos y omnipresente. Es infinito y escapa a la comprensión humana, no obstante lo cual se lo puede conocer mediante la revelación que ha efectuado de sí mismo. Es eternamente digno de reverencia, adoración y servicio por parte de toda la creación (Deut. 6:4; Mat. 28:19; 2 Cor. 13:14; Efe. 4:4-6; 1 Ped. 1:2; 2 Tim. 1:17; Apoc. 14:7)”7.
Dios es y será. El tiempo no lo ahoga, ni limita sus pasos, ni detiene su vida en un sepulcro. Dios es uno y es tres. Es persona individual y al mismo tiempo comunitaria. Siendo individual, no es individualista; y siendo comunitario, colectivo no es. Dios es uno de la unidad.
No lo podemos conocer por nosotros mismo. Lo podemos conocer gracias a la revelación  de su Hijo. Porque a Dios no lo conoce nadie. Salvo a quien a quien su Hijo quiera revelarle (Mat. 11:27). Existe una sabiduría terrenal y otra celestial.
La sabiduría terrenal brota de los sentidos. Es sensual, animal, diabólica (Sant. 3:15). Sólo busca la satisfacción de los deseos y propensiones del ser humano natural. Nada sabe de la verdad, ni de la buena conducta, ni de la mansedumbre. Sólo conoce la autogratificación, los celos, la contención y las obras perversas. Sobre todo la perturbación. Esta inestabilidad produce desorden, rebeldía, infelicidad  y confusión. ¿Incertidumbre? Por su puesto. Está basada en la duda. Esto es lo que lo lleva a una incomprensión; sumándose las supersticiones de la existencia de un Dios supremo, sus pensamientos basados en filosofía, lo hacen un ser insubordinado, se cree dueño de la verdad absoluta, y lo que siempre ha buscado ser dios.
La sabiduría celestial proviene de Dios. Origina un espíritu manso, un intenso deseo de conocer y compartir la verdad, una rectitud de satisfacción y satisface, una simpatía espontánea que evita toda lucha partidaria y contribuye a la unidad. La sabiduría divina es estable. Sin incertidumbre. Su estabilidad es espiritual y por ende, verdadera y plena. Tiene una sola cara. La cara de la autenticidad. Aquí es donde el ser humano puede encontrar la base del conocimiento. Allí puede encontrar a Dios. Sólo por la fe; y es a través de ella que Dios actúa. Entonces, podemos darnos cuenta que ningún pensamiento terrenal actuaria en contra de la verdad celestial.
 Vivimos en un mundo, lleno de teorías y ciencias; donde el hombre quiere ser protagonista, pero existen muchos factores que lo perjudican, como podemos ver, el orgullo, no se quiere someter a Dios. Es por eso que inventa sus propios dioses, basados en sus propias teorías, llevando a muchos a la confección.
La Biblia nos presenta un panorama grande de las maravillas ejecutadas por un ser Inmensurable, Grande, Todopoderoso. Debemos únicamente mirar las obras de su creación, que no seamos como el necio que dice en su corazón “no hay Dios”, pero en el fondo sabe que no puede vivir para sí mismo. En este tema quiero llevar a las personas a una comprensión de Dios a través de la fe. Podemos ver una noche las estrellas y preguntarnos, ¿Quién está en las alturas? O como diría el profeta Isaías: ¿”Quién midió las aguas con el hueco de su mano y los cielos con su palmo… “He aquí las naciones le son como la gota de agua que cae del cubo… “No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra”? Isaías 40: 12, 15,28. Si existe duda sólo dirijámonos con confianza en las Escrituras que allí podremos encontrar las respuestas.

 Por: Robinsón Valencia
 Aportes de:
          La esperanza para el planeta tierra, Stephen Bohr

          Teología, Fundamentos bíblicos de nuestra fe,   editorial – APIA

          Conversando con Dios,  Mario Veloso.  – Editorial - APIA
1.    1 . Elena G. White, El ministerio de  curación (Mountain View: Pacific Press, 1959), p. 322
1.    2.. Tom Siegfrid, “Hubble Telescope Shows Farther Galaxies Ever Found”, en The Dallas Morning News, 2 diciembre, 1992
1.  3. Ken McFarland y Daniel Knautf, The Inhabited Universe (Federal Way, Wa: Light & Love Communications, 1980), p.3
1.  4.  Michael Riordan y David N. Schramm, The Shadows of Creation: Dark Matter and the Structure of the Universe (Book Review by Astronomy Book Club, octubre, 1994.)
1.  5. Donald J. Frederick, “Materia oscura en el universo deja perplejo a los científicos”, en The Dallas Morning News, 16 de mayo, 1994.
1.    6.Tom Siegfried, “Scientists on Dark Matter Vigil Are Still Trying to See the Light”, en The Dallas Morning News, 16 de mayo, 1994.
1.    7.Manual de la Iglesia, Creencia Fundamental Nº 1
 
M
bjoven-central.blogspot.com







0 comentarios:

Publicar un comentario

Encuesta

Ensayo