La mayor parte de los seres humanos vemos el hogar como un lugar de amor, paz y compañerismo. Al final de un largo día de trabajo, regresamos a nuestros hogares para compartir el resto de la tarde con nuestros seres queridos. Allí comemos, hablamos, jugamos, descansamos, y dormimos. En el mejor de los casos, el hogar es un lugar de refugio donde estamos a salvo de los males que azotan la sociedad. Sin embargo, muchos hogares, lejos de refugios, son campos de batalla. Cada día el periódico, la radio, y la televisión narran más crímenes pasionales, más asesinatos, y más delitos contra la persona. Las estadísticas policíacas nos informan que la mayor parte de los actos de violencia contra la mujer ocurren en el hogar, dado que son causados por sus esposos, amantes, o ex-compañeros sentimentales. Ante este azote de las fuerzas del mal, ¿qué puede hacer la Iglesia de Jesucristo? En este artículo encontrarán toda la información requerida acerca de esta problemática, sus causas, consecuencias, victimas entre otros, y lo que nos dice la escritura frente a ella.

 ¿Qué es la violencia doméstica?

Para contestar esta pregunta, es necesario definir el término "violencia". La violencia es "la calidad de ser violento; de tener genio iracundo y de cometer injusticias." Un punto interesante sobre esta palabra es su raíz; "violencia" proviene del término griego "bios", que significa "vida." La violencia es, pues, una manifestación de las fuerzas del mal contra la vida. Al oponerse a la vida, la violencia se coloca en contra de Dios, quien nos ha creado para disfrutar la vida a plenitud. En Efesios 4:25-27 podemos ver la relación entre la violencia y las fuerzas del mal. Después de exponer varios puntos doctrinales en los primeros tres capítulos de la epístola, Efesios presenta diversos consejos para la vida cristiana. El texto ofrece una enseñanza sobre la relación entre la ira, la violencia y las fuerzas del mal: Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros. Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.


Como sabemos, la mentira es un pecado, y como tal, tiene consecuencias funestas para el creyente. El pecado nos aleja de Dios y de los demás. Las consecuencias de la mentira son aún peores cuando nos llevan a pecar contra otro creyente. La mentira rompe la comunión y la unidad que debe caracterizar la Iglesia de Jesucristo (v. 25). Del mismo modo, la ira puede tener consecuencias desastrosas para la persona cristiana. Aunque enojarse no es pecado, la ira descontrolada puede conducirnos a pecar contra Dios y contra los demás. Por eso el texto nos advierte diciendo: "Si se enojan, no pequen" (v. 26a). Del mismo modo, no debemos pasar todo el día enojados (v. 26b). El v. 27 da la razón por la cuál el creyente debe evitar la ira descontrolada: Un creyente cegado por la ira puede ser engañado por el diablo. La ira descontrolada puede llevarnos a mostrar conducta agresiva contra nuestros familiares. Cuando se actúa en forma violenta contra las personas amadas, hay violencia doméstica. Este tipo de violencia se manifiesta de diversas maneras. La forma más sutil de agredir a los demás componentes del hogar es la violencia emocional.

Esta se manifiesta por medio de palabras duras, actos humillantes, intimidación y juegos psicológicos. Cuando un padre insulta continuamente a sus hijos; cuando una persona humilla en público a su cónyuge; cuando un adolescente amenaza a sus abuelos o cuando se acusa injustamente al cónyuge de infidelidad, hay violencia emocional. Lamentablemente, la violencia doméstica también se manifiesta en forma activa y directa por medio del maltrato físico y el abuso sexual. Por lo regular, en el hogar afectado por este mal se desarrolla un "ciclo de violencia". Después de un tiempo de armonía, las tensiones en el hogar van aumentando hasta que desembocan en la agresión. La agresión es seguida por un corto período de reconciliación después del cuál las peleas vuelven a comenzar y ocurre otro acto agresivo. Este ciclo debe detenerse a tiempo, antes de que el agresor mate a la persona agredida.

¿Quiénes son las víctimas de la violencia doméstica?

La violencia doméstica afecta a todas las personas que forman parte el hogar. De acuerdo a las estadísticas, en la mayor parte de los casos el esposo es el agresor y la esposa es la víctima. Sin embargo, la realidad puede ser más compleja:
1.    La mujer puede ser maltratada tanto por su pareja como por sus hijos adolescentes.
2.  La niñez pueden ser víctimas de maltrato físico por parte de adultos.
3.   Las personas ancianas pueden ser abandonadas, explotadas económicamente, despojadas de sus bienes, mal alimentadas, usadas como si fueran sirvientes, o golpeadas por hijos o nietos violentos.
4.  En ocasiones, el varón puede ser abusado físicamente por su esposa. Cuando una mujer le pega a su esposo, casi nunca busca hacerle daño físicamente. Al golpearlo, busca humillar y provocar a su pareja.
Son muchos los mitos que rodean la violencia doméstica. El primero es: "A mí no me puede pasar". La verdad es que todo el mundo puede verse involucrado en una situación de violencia doméstica; nadie está exento de caer en este mal. Muchas mujeres dicen que nunca permitirían que su esposo que les pegara. Sin embargo, cuando les pasa se sienten tan temerosas y desorientadas que se paralizan, permitiendo así que recurra el problema. En segundo lugar, encontramos la creencia de que la mujer busca la agresión y que, por lo tanto, ella es la responsable del episodio de violencia. Este mito se manifiesta en frases tales como: "a la mujer que le pegan es porque le gusta", "ella se lo estaba buscando", o "esos sólo pelean para reconciliarse." El tercer mito es: "entre marido y mujer, nadie se debe meter." Esta creencia equivocada afirma que la agresión es un asunto privado en el cual nadie debe intervenir. La verdad es que la violencia doméstica es un problema que afecta a toda la sociedad. Los niños que crecen en un hogar violento pueden desarrollar graves problemas psicológicos y pueden internalizar la conducta violenta, convirtiéndose en futuros agresores o en criminales. La violencia en el hogar es un problema que nos afecta a todos.

Ciclos de la violencia intrafamiliar

La violencia intrafamiliar transita a través de un proceso cíclico que se repite, según los expertos, cada vez con más gravedad y frecuencia. Estos ciclos y sus características aluden a las relaciones de parejas entre hombres y mujeres y no se refieren a la violencia que se ejerce contra la niñez:

1.1     Primer ciclo: Acumulación de tensión

A medida que la relación continúa, se incrementa la demanda así como el stress. Hay un incremento del comportamiento agresivo, más habitualmente hacia objetos que hacia la pareja. Por ejemplo, dar portazos, arrojar objetos, romper cosas. El comportamiento violento es reforzado por el alivio de la tensión luego de la violencia. La violencia se mueve desde las cosas hacia la pareja y puede haber un aumento del abuso verbal y del abuso físico. La pareja intenta modificar su comportamiento a fin de evitar la violencia. Por ejemplo: mantener la casa cada vez más limpia, a los hijos(as) más silenciosos, etc. La mujer comienza a sentirse responsable por el abuso. El violento se pone obsesivamente celoso y trata de controlar todo lo que puede: el tiempo y comportamiento de la mujer (cómo se viste, adónde va, con quién está, etc.) El violento trata de aislar a la víctima de su familia y amistades. Puede decirle, por ejemplo, que si se aman no necesitan a nadie más, o que los de afuera son de palo, o que le llenan la cabeza, o que están locos etc. Esta fase difiere según los casos. La duración puede ser de semanas, días, meses o años. Se va acortando con el transcurrir del tiempo.

 1.2 Segundo ciclo: Episodio agudo de violencia

Aparece la necesidad de descargar las tensiones acumuladas. El abusador hace una elección acerca de su violencia. Decide tiempo y lugar para el episodio, hace una elección consciente sobre qué parte del cuerpo golpear y cómo lo va a hacer. Como resultado del episodio la tensión y el stress desaparecen en el abusador. Si hay intervención policial él se muestra calmo y relajado, en tanto que la mujer aparece confundida e histérica debido a la violencia padecida.

1.1       Tercer ciclo: Período de calma, arrepentimiento o luna de miel

Se caracteriza por un período de calma, no violento y de muestras de amor y cariño. En esta fase puede suceder que el golpeador tome a su cargo una parte de la responsabilidad por el episodio agudo, dándole a la pareja la esperanza de algún cambio en la situación a futuro. Actúan como si nada hubiera sucedido, prometen buscar ayuda, prometen no volver a hacerlo, etc. Si no hay intervención y la relación continúa, hay una gran posibilidad de que la violencia haga una escalada y su severidad aumente. A menos que el golpeador reciba ayuda para aprender métodos apropiados para manejar su stress, esta etapa sólo durará un tiempo y se volverá a comenzar el ciclo, que se retroalimenta a sí mismo. Luego de un período se vuelve a la primera fase y todo comienza otra vez lo cual muestra que la violencia es un modelo de conducta aprendida. Según algunos expertos, influyen los siguientes factores:

Ø Falta de control de impulsos
Ø La carencia afectiva
Ø Incapacidad para resolver problemas adecuadamente. Además, en algunas personas podrían aparecer variables de abuso de alcohol y drogas.

Una investigación de los psicólogos norteamericanos, el Dr. John Gottman y Dr. Neil Jacobson señalan que las personas maltratadoras caen en dos categorías: pitbull y cobra, con sus propias características personales:

Pit bull:

v Solamente es violento con las personas que ama
v Celoso y tiene miedo al abandono
v Priva a pareja de su independencia
v Pronto a orar, vigilar y atacar públicamente a su propia pareja
v Su cuerpo reacciona violentamente durante una discusión
v Tiene potencial para la rehabilitación
v No ha sido acusado de ningún crimen
v Posiblemente tuvo un padre abusivo.

Cobra:

v Agresivo con todo el mundo
v Propenso a amenazar con cuchillos o revólveres
v Se calma internamente, según se vuelve agresivo
v Difícil de tratar en terapia psicológica
v Uno depende emocionalmente de otra persona, pero insiste que su pareja haga lo que él quiere.
v Posiblemente haya sido acusado de algún crimen
v Abusa de alcohol y drogas.

¿Qué puede hacer la Iglesia ante la violencia doméstica?

Una Iglesia llena del Espíritu Santo, puede hacer mucho para combatir este mal. Veamos:
1. La Iglesia de Jesucristo debe condenar la violencia doméstica: 
 Como Iglesia, estamos llamados a combatir el pecado en sus diversas manifestaciones. La violencia en el hogar es un pecado más, entre los muchos que debemos combatir. Si callamos ante este mal, estaríamos convirtiéndonos en cómplices de los agresores que aterrorizan a sus familias. Por lo tanto, estaríamos cooperando con el pecado y negando el Evangelio de Jesucristo.
2. La Iglesia está llamada a ministrar a las necesidades de las víctimas de violencia en el hogar: 
 La Iglesia es una comunidad sanadora creada por Dios para proclamar el Evangelio del Reino. Una de las formas más efectivas de dar buen testimonio de nuestra fe es desarrollando ministerios de misericordia para ayudar a las personas débiles, victimizadas, y oprimidas. Ministrar a las personas que sufren no es una opción. ¡Todo lo contrario! Es un mandato evangélico.
3. La Iglesia debe buscar avenidas para ayudar al agresor:
  La Biblia dice en Romanos 1:16 que "el Evangelio es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree." También dice en II Corintios 5:17 "que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." Esto nos lleva a afirmar que el poder de Dios puede transformar al agresor en una nueva criatura que no tenga la necesidad de agredir a los seres que ama. El agresor necesita sanidad, ya que en la mayoría de los casos la persona que hoy lastima a los demás proviene de un hogar donde fue maltratado y abusado. Por todas estas razones, es necesario que la Iglesia ayude al agresor a buscar la ayuda profesional y espiritual que necesita para modificar su conducta, en el nombre del Señor Jesucristo. Ahora bien, debemos dejar claro que el proceso de modificación de conducta es largo y tedioso. No debemos pensar que una experiencia de conversión será suficiente para transformar a un hombre violento que lleva años abusando de su esposa y de sus hijos. Como dice la Escritura, debe haber una “renovación del entendimiento”, el desarrollo de nuevos valores que nos produzcan nuevas maneras de pensar, para que haya un cambio en la conducta. Por esta razón, la mayor parte de los hombres abusivos necesitan complementar el consejo pastoral con la terapia psicológica para cambiar su comportamiento.
4. La Iglesia debe educar a la sociedad: 
 El gobierno tiene diversas oficinas que prestan ayuda a las personas afectadas por la violencia doméstica y que tratan de educar la sociedad. Sin embargo, esto no es suficiente. Es necesario que la Iglesia desarrolle programas educativos para combatir este mal; programas que ministren a las necesidades físicas, morales y espirituales tanto de las víctimas como de los agresores. La Iglesia está llamada a enseñar a nuestro pueblo los valores bíblicos que necesita aprender para alcanzar salvación y vivir en comunión con el Señor. “La Iglesia no puede permanecer indiferente ni neutral ante las voces de los maltratados que claman por una respuesta porque desde esta perspectiva los creyentes en Jesucristo estamos llamados a proponer una alternativa cristiana ante toda forma de violencia. Como Nehemías, los cristianos debemos de luchar para promover un estilo de vida que responda a los valores del Reino de Dios y que involucre la relación del entorno con la vida familiar. Por lo tanto, es necesario identificar algunas utopías que obstaculizan el ministerio de fortalecer la familia, de cuidar a la niñez y de prevenir la violencia intrafamiliar:

v La Utopía Idealista de que la familia cristiana está exenta de interacciones violentas.
v La Utopía Ingenua de que una familia por ser cristiana está libre de conflictos.
v La Utopía ilusoria de una paz familiar basada en relaciones de poder y desigualdad.
v La Utopía absurda de que para estabilizar a la familia de hoy es necesario volver a los antiguos modelos de familia patriarcal.
v La Utopía Incoherente de que la evangelización excluye la misión integral del ser humano.
v La utopía cándida que el cristiano está obligado a soportar el maltrato y no hacer nada para protegerse y evitarlo.
v La utopía evasiva que nos lleva a pensar que la violencia no es asunto nuestro.
v La utopía conformista que si nos resignamos y aceptamos el maltrato, Dios nos premiará.
v La utopía fantasiosa que la salvación nos promueve de la casa al cielo.

Los principios bíblicos exhortan a la reconciliación y a resolver pacíficamente los conflictos, por ello es tiempo de que la Iglesia rompa el silencio porque que la violencia intrafamiliar es un problema social del que también debe de responsabilizarse. La Iglesia no puede volverse intolerante porque no contribuiría ni a prevenirla ni a promover la convivencia familiar en amor.

[...] cuando la intolerancia desemboca en violencia, hiere el corazón de las personas, desconcierta a las familias, y rompe la convivencia cotidiana. Una persona que sufre violencia no puede dar lo mejor de sí ni en los estudios ni en el trabajo. Lo normal es que viva llena de tristeza y pierda el sentido de su proyecto de familia y de sus actividades más vitales. Sus comportamientos cambian y tienden a proyectar esa violencia en su propio radio de acción. Asimismo [...] esto sucede con los niños y niñas maltratados quienes, al crecer, muy frecuentemente vuelven a repetir estas conductas erradas, dolorosamente aprendidas [...]
[...] Por ello si el hogar no es un lugar donde la familia acoja a Dios, la Iglesia puede enseñar la pedagogía del amor, la misma que Jesús nos regalara con sus palabras y su ejemplo. Un hogar donde cada uno encuentre acogida y nunca sienta rechazado, ni temor, menos aún, falta de respeto o agresión física o verbal. [...]”. Mitzi Barley. Socióloga e Investigadora Regional. Red Viva América Latina y El Caribe, San José, Costa Rica


 Iglesia Adventista del Septimo Día - Central de Buenaventura - Valle del Cauca

Lina Marcela Archer
Trabajadora Social y Directora del Departamento de Comunicaciones 

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